Qué hacer en Binissalem

El restaurante está situado en un entorno natural y cuenta con unas fantásticas vistas al pueblo de Binissalem. Los fundadores comenzaron la actividad del restaurante para dar a conocer la exquisita cocina local y conseguir que los paladares más exigentes visitaran Restaurante Can Arabí. La cocina del restaurante se ha especializado en la mejor gastronomía local, con las carnes más jugosas, los pescados más frescos y deliciosos postres elaborados artesanalmente. Son especialistas en: arroces, fideos de vermar y carne a la piedra. Ofrecen una gran variedad de vinos locales y nacionales, ya que cuentan con bodega propia. De sus instalaciones cabe destacar el amplio jardín y el bar piscina. Can Arabí le ofrece diferentes posibilidades para disfrutar. Cuentan con parking propio, zona infantil para que los más pequeños disfruten de forma segura y los papás y mamás puedan degustar nuestros platos tranquilamente. El precio medio por persona es de 35 €.

Ca l’Ardiaca Can Morante, tanto por su situación como por su buen estado es, sin duda, uno de los mejores casales de Binissalem. Su buque se levanta como un bloque compacto de piedra alineado de forma irregular con la calle, uno de los más importantes del pueblo, conocido históricamente con diversos nombres: de la Socorrada, Major o camino de Bellveure. La fachada presenta un juego simétrico de aperturas formado por cuatro ventanas y el portal redondo, rematado por un balcón en medio. Un detalle singular que lo emparenta con las casas señoriales de Palma, es el porche con columnas octogonales y el voladizo de madera. En el interior destaca la entrada con el arco rebajado sobre pilastras y un curioso portal al fondo, rematado por un frontón triangular con plintos y bolas de piedra, todo de un estilo manierista popular. Tampoco podemos olvidar el interés del empedrado con dibujos geométricos formados por guijarros y piedras que lucen pulidos por el paso del tiempo. Can Enric Sureda Antes de seguir calle arriba, vale la pena que contempléis la fachada lateral de Can Enric Sureda. Fijaos en la armonía que tienen las tres ventanas abiertas en disposición triangular, remarcando un ritmo visual ascendente que encuentra su respuesta en la cuarta ventana abierta al porche. Can Garriga También conocida como Can Torró, Can Garriga es un casal singular que destaca por la longitud de su fachada y por el patio barroco que se levanta a continuación de la entrada. Este edificio, ya en 1728, era la casa más valiosa del pueblo, reconstruida sobre propiedades anteriores desde el siglo XVII. Las reformas se tienen que atribuir a los Garriga, una familia de notarios, y a sus sucesores, los Costurer, de los cuales fue un ilustre descendente el jesuita Jaume Costurer y Garriga (1657—1715). La fachada mantiene el portal redondo de piedra viva, un balcón situado de forma asimétrica y una larga hilera de ventanas de amplia moldura en la planta principal. A través del camino de entrada se llega al patio que se asimila a los de la ciudad, al igual que el de Can Gelabert de la Portella. El conjunto destaca por los dos arcos carpaneles que se alzan sobre columnas de factura barroca. Muy cerca se encuentra la gran boca de la fuente con las varillas de hierro de las que cuelga la polea. A pesar de encontrarnos en un espacio arquitectónico inacabado, tenemos que decir que este lugar tiene un encanto particular, porque posee una romántica perspectiva hacia el jardín-huerto donde se levanta un típico cenador con columnas y bancos de piedra. Can Marc Can Marc es otro buen ejemplo de casal de la época barroca que destaca por la fachada de principios del siglo XVIII, posteriormente reformada sobre 1770 con tres balcones decorados con hierros artísticos de estilo Luís XV. Esto explica la asimetría que se observa entre el portal redondo y el balcón central. Casa principal de la familia Salom de la Torre, el edificio se conserva de forma espléndida y mantiene todos los elementos propios de lo que era una casa de la “mà major binissalemera”. Destacan la bodega, los dos cubos, los establos, el corral y el huerto trasero, además de los interiores.Una de las mejores partes de Can Marc es la planta baja, donde aparece la entrada con dos arcos que remarcan las tres crujías existentes. En la del fondo se levanta la caja de escalera que da acceso a la planta superior. Desde la entrada hay un portal directo a la bodega y también se pasa a los estudios, el comedor y la cocina. La presencia de algunos muebles típicos ayuda a reavivar el ambiente tradicional de la casa mallorquina Can Moià Por último, queremos remarcar la existencia de numerosos casales situados en el centro histórico de Binissalem que se adaptan, en más o menos variantes, a las tipologías comentadas. Algunos de ellos están un poco apartados como, por ejemplo, los que hay en Robines: Can Moià, Can Julianoi, Can Garrover, etc. Un buen complemento de las casas son las dependencias anexas donde se abren bellos garajes para los carros y las tapias que cierran corrales y huertos. GASTRONOMÍA EN BINISSALEM Binissalem cuenta con una rica gastronomía. Son claros ejemplos de ella los Fideus des Vermar, plato típico que se comía durante la época de la vendimia elaborado a base de carne de oveja vieja y fideos gruesos, y el Arròs amb Salseta, que se come durante la época de matanzas y que consiste en elaborar una salsa a base de hígado, carne magra y panceta que después se mezcla con arroz hervido. CASAS DE POSESIÓN EN BINISSALEM Apuntes sobre el territorio: las caballerías. Desde el siglo XIII, las tierras de Binissalem quedaron bajo el dominio de varias caballerías. Eran territorios feudales sujetos a derechos dominicales y a jurisdicción civil y criminal, en el caso de las llamadas “caballerías mayores”, propios de la alta nobleza. Las primeras caballerías fueron concedidas después de la Conquista (1229) a los magnates y a sus porcioneros; posteriormente, éstos vendieron sus tierras en enfiteusis. En Binissalem, la que contó con más territorio fue Morneta, que iba desde el mismo pueblo hasta el término de Lloseta. Fue de los Torrella desde el 1282 hasta el siglo XVIII y después de sus sucesores. Le seguía en importancia territorial la de las Dones de Jonqueres, que se extendía hacia Robines y Biniagual. Su origen se encuentra en la donación de la vizcondesa de Bearn, viuda de Guillem de Montcada, el 1260 a las monjas de Santa Maria de Jonqueres, las cuales habían fundado un convento (1214) en Sant Vicenç de Jonqueres (Sabadell). La de la Bauçana había estado de Guillem de Montgrí, sacristán de la Sede de Girona, quién la vendió a la familia Bauçà y de ésta, el 1336, pasa al Capítol de la Seu, propietario hasta la abolición de las caballerías en el siglo XIX. Hacía deslinde con las dos anteriores y llegaba hasta Sencelles. Por último, había una caballería menor llamada de En Bestard, o de “La Torre”, de territorio disperso que se repartía por Binissalem, Alaró, Consell y Santa Maria del Camí. También de origen muy antiguo, fue de la familia homónima hasta el siglo XVI y después de diferentes propietarios. Morneta Los dos casales de posesión que ahora describiremos pertenecen a una tipología monumental del siglo XVII, que encontró en la riqueza de las canteras de la zona un área geográfica ideal para su construcción. Estos casales son particularmente bellos por sus fachadas que se ciñen a las pautas más puras del tradicionalismo isleño: paramentos de grande alzado o longitud con sillares de piedra vista, portales redondos y de arco plano, balcones y ventanas de distintas tipologías, etc. Citemos algunos ejemplos: Son Torrella de Santa Maria del Camí, Solleric y Can Xalet d’Almadrà de Alaró y Bellveure y Morneta de Binissalem. No podemos separar del conjunto S’Estorell Vell, una antigua posesión binissalemera hoy en el término de Lloseta. LUGARES DE INTERÉS Cuando se visita Binissalem, se tiene que tener en cuenta que el núcleo histórico queda a cierta distancia de la carretera de Palma a Inca. La aldea que rodea la mencionada carretera, caracterizada por un urbanismo anárquico, puede confundir y disuadir el visitante distraído que crea que el pueblo empieza allí mismo, aunque, de hecho, así sea. La ubicación geográfica de la villa —cerca de una vía de comunicación importante— fue una de las ventajas para el desarrollo económico y social. El hecho que el centro se encontrara a cierta distancia contribuyó al hecho que la trama urbana se mantuviera intacta durante siglos. Cuando se parcelaron y establecieron estas tierras, el pueblo creció hacia el sur y al este hasta la carretera. El trazado histórico del pueblo, a partir de la fundación oficial en 1300, se había desarrollado alrededor de los núcleos primitivos más antiguos, anteriores a la Conquista. La población se esparció hacia el sur, así como hacia las tierras que rodeaban dos ejes principales: el que parte de la plaza de la Quartera al camino de Selva y el de Pere Estruch a Robines. Desde la estación, hay que dirigirse hasta la plaza de la Iglesia, desde dónde es fácil organizar dos recorridos geográficos del entorno. Desde el interior del pueblo se descubre uno de los conjuntos arquitectónicos más notables de Mallorca, alabado por muchos de los viajeros del siglo XIX, así como por toda una serie de escritores locales y foráneos del siglo XX. A pesar de que el entorno paisajístico del término es excepcional, aquello que sorprende y admira el visitante es la arquitectura en piedra —la conocida piedra de Binissalem. La Plaça de l’Església y sus alrededores

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El caracol es un producto muy nuestro y muy ligado a nuestra cocina, todos los pueblos de Baleares tienen su propia cultura y recetas del caracol. Pero para nosotros el caracol no es solo un alimento, sino que es un fenómeno sociológico y cultural es una tradición que supone juntar a un grupo de amigos, los reencuentros familiares, las celebraciones, las fiestas populares, etc.
Compartir un plato de caracoles es algo más que disfrutar de la gastronomía popular, significa colaborar en la representación de un rito ancestral donde el dialogo reposado y la convivencia alrededor de una mesa invitan a la amistad.Menú Degustación